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martes, 8 de noviembre de 2011
El sacerdote y el taxista
Había dos paisanos que tenían el mismo nombre: 'Joaquín González' , pero
uno era 'sacerdote' y el otro era 'taxista'.
Quiso el destino que los dos murieran el mismo día. Entonces, llegan al
cielo, donde les espera San Pedro.
-¿Tu nombre? - pregunta San Pedro al primero.
- Joaquín González.
- ¿El sacerdote?
- No, no; el taxista.
San Pedro consulta su planilla y dice: - Bueno, te has ganado el Paraíso.
Te corresponden estas túnicas de seda con hilos de oro y esta vara de oro
con incrustaciones de rubíes. Puedes pasar. - Gracias, gracias... - dice
el taxista.
Pasan dos personas más y luego le toca el turno al otro Joaquín, quien
había presenciado la entrada de su paisano. - ¿Tu nombre?
- Joaquín González.
- ¿El sacerdote?
- Sí.
- Muy bien, hijo mío. Te has ganado el Paraíso. Te corresponde esta bata
de polyester y esta vara de plástico.
El sacerdote dice:
- Perdón, no es por presumir, pero... debe haber un error. ¡Yo soy Joaquín
González, el sacerdote!- Sí, hijo mío, te has ganado el Paraíso, te
corresponde la bata de...- ¡No, no puede ser! Yo conozco al otro señor, era un
taxista, vivía en mi pueblo, ¡era un desastre como taxista! Se subía a las
aceras, chocaba todos los días, una vez se estrelló contra una casa, conducía
muy mal, tiraba los postes de alumbrado, se llevaba todo por delante. Y yo
me pasé cincuenta años de mi vida predicando todos los domingos en la
parroquia. ¿Cómo puede ser que a él le toque una túnica con hilos de oro y vara
de platino y a mí esto? ¡Debe haber un error!- No, no es ningún error- dice
San Pedro.Lo que pasa es que aquí en el cielo ha llegado la globalización
con sus nuevos enfoques administrativos. Nosotros ya no hacemos las
evaluaciones como antes.- ¿Cómo? No entiendo...
- Claro, ahora nos manejamos por 'Objetivos y Resultados' . Mira, te voy a
explicar tu caso y lo entenderás enseguida:
Durante los últimos cincuenta años, cada vez que tú predicabas, la gente
se dormía; pero cada vez que el taxista conducía, la gente rezaba y se
acordaba de Dios. Entonces, ¿quién vendía más nuestros servicios? Nos interesan
los resultados, hijo mío. ¡¡RE-SUL-TA-DOS!!!
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