Allá en el año 1949 Rómulo Gallegos estaba alojado en el hotel Casa Grande, en la plaza Céspedes de Santiago de Cuba, invitado por la Universidad de Oriente a dictar charlas sobre literatura y política.
Una tarde, acompañado de un amigo temperante que ignoraba que la abstinencia debe practicarse con moderación, vimos a Gallegos en el bar en mesa de caoba y sillón de vaqueta, fumando regalías ovalados (tabaco) y con una botella de Bacardí (ron), consolando su soledad y nostalgia. Mi amigo, impertinente, le preguntó:- ¿Por qué bebe tanto ron maestro?.
Gallegos, después de reponerse de la agresión, con voz ronca y pausada, hizo un elogio del alcohol que he guardado en memoria:
_ Amigo mío, el alcohol reconcilia a los enemigos, aumenta el amor y la amistad, apaga temores y complejos, excita el valor y la generosidad, aplaca los dolores, borra el odio y el resentimiento, aviva la memoria, inspira a los poetas, potencia los placeres físicos y espirituales, hace tolerable la depresión, como la que ahora me atormenta y nos lleva a ser comprensivos y tolerantes hasta con los que no lo son con nosotros.....
Después de aquella luminosa apología no nos quedó sino reiterarle nuestro respeto y agradecerle la inolvidable lección.
Juán M. Ortega G.
Tomado de "El Nacional" Nov.2000
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